La figura del gestor energético ha alcanzado mayor importancia con el paso de los años. Si bien aún no hay una definición universal y acotada, la realidad es que las funciones que cumple son indispensables a la hora de buscar un mayor ahorro y eficiencia energética dentro de las empresas.
La búsqueda de eficiencia energética no es una moda pasajera ya que se sustenta claramente en los compromisos adquiridos como ciudad, región y país de cara a reducir las emisiones de CO2. Para conseguirlo, el primer paso es hacer un uso responsable de la energía que se consume, y poner en marcha prácticas para evitar su dependencia, es decir, explotando condiciones ambientales que llevarían a reducirla, por ejemplo, el aprovechamiento de la luz natural o el uso de sistemas de protección solar de interior para no sucumbir ante la comodidad de poner el aire acondicionado.
El gestor energético es quien se encarga de hacer una evaluación de partida de todo esto, del gasto, en dinero y en CO2, del contrato de la comercializadora, del uso que se le da al edificio, así como de algunos comportamientos de sus usuarios.
Este primer diagnóstico sirve para hacer una fotografía de partida y establecer indicadores y soluciones que se puedan mejorar y revisarlo cada cierto tiempo. En algunas empresas esta figura viene externalizada, en otras más pequeñas asume las funciones el departamento de compras.
A pesar de que se intentara impulsar una definición oficial de gestor energético sin éxito hace años con un anteproyecto de ley de ahorro energético que no fue aprobado, distintas asociaciones realizan actividades formativas y reúnen parámetros que van definiendo de forma natural esta figura que terminará por delimitarse, sobre todo en estos tiempos en los que, además del uso de energía del edificio, las empresas cada vez más realizan una memoria de sostenibilidad en la que también incluyen la huella ambiental de sus empleados.