Si hasta hace poco la flexibilización de los puestos de trabajo se veía como una realidad que avanzaba cada vez más rápido en muchas empresas, el coronavirus ha hecho que pegase el acelerón hasta tal punto que, durante dos meses, la gran mayoría del país ha trabajado desde casa.
Muchas oficinas que no estaban preparadas aún para implantar el trabajo telemático, han tenido que hacerlo y esto ha marcado un antes y un después en la forma de llevar a cabo la actividad diaria, cambiando muchas dinámicas.
No obstante, y como ya se señaló en otra ocasión, la oficina va a seguir existiendo pero se convertirá en un espacio cada vez más flexible, epicentro de la identidad de la empresa y lugar de reunión de compañeros, proyectos y clientes.
En la desescalada se va a ver claramente el rol que va a jugar y cómo su acondicionamiento ocupará un punto prioritario. Se trata de recrear un espacio saludable, con luz natural, ventilación y confort para evitar el uso de aparatos de climatización.
En este sentido, se espera que los espacios se rediseñen en función de quienes lo usan para fomentar su bienestar y tendrán que aplicar medidas de distanciamiento social, como el uso de pantallas protectoras, la ampliación de pasillos internos para una movilidad sin riesgos, el cambio en el uso de las salas de reuniones y zonas comunes o la adecuación del aforo.
Así, además del rediseño físico, también deberán cambiar muchos procesos, – dependiendo de la actividad de la empresa – y se deberán realizar protocolos nuevos para no correr ningún riesgo y mantener, de alguna manera, la normalidad.
El bienestar y el confort en la oficina, probablemente, nunca significaron tanto como ahora, impulsando también la figura del facility manager que se tendrá que ocupar de todo lo necesario para poder proporcionar la vuelta segura al puesto de trabajo.