La pandemia, que ha congelado la vida y la actividad de muchos países durante esta primavera, ha traído consigo muchos cambios profundos en la forma de concebir todo lo que nos rodea. Desde las relaciones interpersonales, sin poder tocarnos, hasta cómo interactuamos con los espacios en los que nos encontramos, sobre todo si éstos no están al aire libre.
Probablemente nunca antes un espacio – una oficina, un restaurante, un centro comercial, un hotel, la casa de un amigo, etc – había sido objeto de tanta inspección por parte de sus usuarios. Como una especie de escáner, la mirada va a todos los lados en busca de una señal que otorgue confianza y seguridad y que indique que ese lugar está perfectamente higienizado.
Una higienización que no solo se da a través de la desinfección sino también de los propios materiales que conforman el edificio y que son clave a la hora de evitar el asentamiento de posible virus o bacterias.
De hecho, algunos expertos hablan ya de un nuevo impulso para evitar eso del síndrome del edificio enfermo y de lo que ya hablamos hace unos meses para poner en valor la sostenibilidad y salubridad de los espacios.
En la misma línea, el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España ya evidencia algunos aspectos que los usuarios comienzan a catalogar como claves a la hora de sentirse seguros.
La posibilidad de manos libres en los ascensores, la amplitud que fomente el distanciamiento social, el confort o los materiales antibacterianos, son algunos de los elementos que se mirarán más en la nueva normalidad.
Desde Verosol venimos trabajando con tejidos que cuentan con propiedades estériles y antimicrobianas y con purificación de aire, descomponiendo y neutralizando gases como el formaldehído. Estas soluciones, antes sobre todo, valoradas por el sector de la salud y los cuidados, ahora son buscadas por cualquier tipo de usuario, ya que la protección y la higienización han alcanzado una nueva dimensión en los espacios, asimilada ya para el largo plazo.