Este término se acuñó ya en los años 80 cuando las estrategias empresariales comenzaban a cambiar y, junto al producto, ofrecían también un servicio asociado (el ejemplo más básico de esta primera etapa es el de la impresora y la tinta).
Desde este caso hasta hoy el concepto ha evolucionado en gran medida vinculándose con una nueva forma de producir y de consumir, más alineada con el paradigma de la economía circular.
Esta tendencia se está dando en todos los sectores, desde la movilidad – como se pueden ver en tantos sistemas de movilidad compartidas a través de plataformas de carsharing o motosaharing – hasta el de la moda, proliferando las plataformas de alquiler o préstamo de ropa.
El usuario, en estos casos, no accede tanto al producto – de hecho no está motivado por sus características intrínsecas– si no que su objetivo es el servicio que estos productos, a través de su uso, le ofrecen.
En este contexto, la servitización también se ha extendido a los edificios. Y no solo en lo que se refiere a la utilización que se hace de estos -en la actualidad empiezan a predominar los espacios de pago por uso más que en propiedad. Basta pensar en los distintos coworking que existen o en los espacios flexibles de trabajo- sino también en lo que concierne a la concepción de estos o los materiales que se emplean para su construcción. Y es que alargar la vida útil de los productos y fomentar el consumo responsable, como hace Verosol en el sector de la protección solar de interior, es clave para aprovechar al máximo los recursos.
Además también se hace extensiva a todos los elementos que forman parte e interactúan en el correcto uso y funcionamiento del edificio. El conocimiento de ello por parte de los usuarios se ha convertido en un aspecto clave en este sentido, porque el usuario es protagonista de su propia experiencia.
El abandono de una economía lineal que genera residuos por una circular que los sustituye por recursos y los vuelve a integrar ya está en marcha y es imparable. El modelo de consumo tal y como se ha entendido siempre comienza a difuminarse, haciendo una oferta de mucho más valor que va a cubrir por entero la necesidad por la que nació, incluso llegando mucho más.